La experiencia cinematográfica solo ocurre cuando vemos una película, no antes, no después: solo cuando el film y el espectador coinciden en la cita, que muchas veces es una cita a ciegas.
Nuovo Cinema Paradiso no es una historia de esta cita. Es, más bien, el recuerdo de las circunstancias alrededor de una supuesta cita con el cine que, en realidad, nunca se da. No se trata de la relación film-espectador, sino de la relación de un niño y un proyectista. Esta relación tiene como escenario el cuarto de proyección donde trabaja Alfredo. Es la relación entre ellos lo que importa, que no depende del amor que uno u otro o ambos tengan por el cine, o que carezcan de ese amor. De hecho, Alfredo no entiende nada y Salvatore termina como productor, no como director o actor. Está en el negocio del cine no por amor al cine, sino por su dependencia con su pasado asociado a una sala de cine.