Scarlett O'Hara (Vivien Leigh)
Rodolfo Napurí
Gone with the Wind –más conocida en el mundo hispano como Lo que el viento se llevó- es una de las películas más importantes de la historia del cine de
Hollywood por una serie de razones, pero, en especial por una afortunada
conjunción de circunstancias. Además, más allá de estas casualidades
históricas, tiene un lugar indiscutible en la historia del cine mundial.
Esta
superproducción se estrenó en 1939, año considerado como el más
importante de la industria cinematográfica por la cantidad de películas
que entonces se dieron a conocer y que siguen siendo consideradas hasta
el día de hoy como grandes clásicos: The Hunchback of Notre Dame (William Dieterle), The Wizard of Oz (Victor Fleming), Stagecoach (John Ford), Only Angels Have Wings (Howard Hawks), Jamaica Inn (Alfred Hitchcock), Ninotchka (Ernst Lubitsch), La Règle du Jeu (Jean Renoir), Beau Geste (William Wellman), Wuthering Heights (William Wyler), entre otras.
Gone with the Wind (1939)
Más
importante que indagar la casualidad de la fecha, conviene tener en
cuenta tres razones de índole técnica e histórica. La primera es casi
conocida por todos: doce años atrás ya se había filmado la primera
película sonora (The Jazz Singer,
1927); la segunda tiene que ver con la instauración, media década
antes, del código Hays de censura; la tercera, con la proyección de la
película en color. La primera permitió perfeccionar en alto grado las
técnicas de grabación, sincronización y reproducción (tanto del sonido
como de la imagen); la segunda permitió un mayor trabajo en los diálogos
y en la construcción de las escenas, lo que llevó a verdaderos logros
de arte cinematográfico por el solo anhelo de burlar las imposiciones de
la censura. Estos esfuerzos por mejorar la calidad del cine vivieron su
mejor momento en 1939 y explican por qué las décadas de los años 40 y
50 se consideran la edad dorada del cine de Hollywood. Falta mencionar
la tercera: la filmación de la película en Technicolor (o en Glorious Technicolor,
como era costumbre decir en la época). La técnica fue inventada por una
compañía independiente que venía desarrollando desde 1924 una cámara
que filmaba con tres cintas a la vez, cada una con los colores básicos
del espectro cromático. Esta filmación se juntaba en el estudio en una
única cinta que daba como resultado una exposición de colores vivaces y,
hasta cierto punto, saturados. La magia del color apareció en todo su
esplendor en ese año en más de una película, aunque ya había habido
intentos previos a dos colores, como en Ben-Hur, a Tale of The Christ de Fred Niblo, de 1925. En 1938, The Adventures of Robin Hood fue filmada también en Technicolor, pero Gone with the Wind es el ícono que resume todo este momento.
Vivien Leigh en Technicolor
A estas consideraciones técnicas e históricas, hay que agregar una serie
de hechos circunstanciales y mediáticos que contribuyeron con el mito de
la película. El guión se basó en el libro homónimo de Margaret Mitchell
(1936) que, en esos momentos, era el más leído en Estados Unidos,
además de haber ganado el premio Pulitzer. La enorme popularidad de la
novela fue aprovechada inteligentemente por David O. Selznick, productor
y propietario de los derechos de filmación. Hubo toda una campaña a
nivel internacional en busca de los protagonistas. En algunos aspectos,
Selznick se ciñó al gusto popular, por ejemplo, al escoger a Clark Gable
para el papel de Rhett Buttler. En otros casos, prefirió seguir su
instinto y desoír al público, quien exigía a una sureña para el papel de
Scarlett O’Hara. En vez de una chica del Sur, Selznick se inclinó por
una inglesa, una entonces desconocida Vivien Leigh, para felicidad de
todos nosotros.
La
filmación de la película fue accidentada por las marchas y
contramarchas en el guión por parte de Selznick y por los sucesivos
cambios de director. Iniciado el rodaje por el talentoso George Cukor, este fue reemplazado meses después por Victor Fleming, debido
aparentemente por un veto impuesto por Clark Gable. Además, Sam Wood
tuvo a su cargo buena parte de la filmación en una segunda unidad de
trabajo. Injustamente se atribuyó todo el crédito de la filmación solo a
Victor Fleming, cuando lo cierto es que gran parte del encanto de la
película está en las actuaciones femeninas, en especial de Vivien Leigh y
Olivia de Havilland. Nadie tiene dudas de que ese mérito le corresponde
solo a Cukor, famoso por su tacto en la dirección de actrices,
comparable en el día de hoy al trabajo que realiza Almodóvar. La leyenda
cuenta que Vivien Leigh lloró, al recibir el Óscar, no por el mérito
que este representaba, sino por la injusticia cometida con Cukor.
Rhett Buttler (Clark Gable) y Scarlett O'Hara (Vivien Leigh)
En suma, Gone with the Wind
representa muy bien la madurez alcanzada por la industria
cinematográfica norteamericana, marcó la pauta en muchos aspectos sobre
cómo hacer películas para el vasto público y fue el inicio de las
grandes superproducciones –junto con los notables antecedentes de Cabiria (1914) de Giovanni Pastrone y de Intolerance: Love’s Struggle Through The Ages (1916) de D. W. Griffith. Pero siempre –y sin razón alguna de por medio- Gone with the Wind perdura como solo lo hacen los clásicos, que se ven una y otra vez, sin cansancio, y por toda la vida.
© 2014 Rodolfo Napurí
Gone with the Wind
Gone With The Wind
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